¿Cuándo ir a terapia de parejas?

Pareja en terapia de parejas con terapeuta en consultorio

¿Cuándo ir a terapia de parejas?

Pocas parejas van a terapia o coaching matrimonial de manera profiláctica.

Es decir, de manera preventiva.

Acudimos al dentista cuando ya no soportamos la muela.

O, si no nos agrada el aspecto de nuestros dientes.

Dolor o vanidad.

En terapia de parejas, solo funciona el dolor.

Las personas buscan terapia de parejas cuando ya les pidieron el divorcio o separación.

Cuando comprenden que es real la posibilidad de perder a su familia.

Cuando descubrieron que su pareja les ha sido infiel.

O su pareja les ha descubierto una infidelidad.

Cuando ya no soportan la situación que viven en pareja.

Por las peleas frecuentes,

El maltrato,

Los gritos y sombrerazos.

En mi experiencia, el noventa por ciento de las parejas que acuden a terapia, acuden cuando ya están siendo rebasados por una problemática de

Comunicación,

Distanciamiento,

Cómo manejar a los hijos,

Infidelidad,

entre otros temas.

Hay un sin fin de situaciones que ocurren en la dinámica de la pareja.

Y la mayoría va cuando ya han sido rebasados.

Y, muchas veces cuando ya es muy difícil reversar el daño que se ha generado en la relación.

En mis más de 14 años ejerciendo como terapeuta de parejas, puedo decir que son contados los matrimonios que me han buscado de forma proactiva.

Que me llamen y me digan,

Queremos hacer algunos ajustes en nuestra relación, algunas pequeñas diferencias como que quieren surgir y queremos pulir esa parte.”

“Queremos aprender a comunicarnos mejor, cómo prevenir futuros problemas”

Eso lo he escuchado muy pocas veces.

Los matrimonios que llegan a hacer eso, están previniendo probables separaciones o divorcios en su futuro, y garantizan la prolongación de su unión de una manera sana y satisfactoria para ambas partes.

¿En qué etapa está tu relación de pareja?

He identificado cuatro etapas en la relación de pareja en que un matrimonio o unión conyugal suele buscar ayuda: 

Primera: de manera proactiva.

Cuando quieren crecer como pareja y aprender a cómo manejar y evitar problemas y fortalecer su relación.

Como ya lo mencioné, son los menos.

La mayoría de las personas se casan enamorados, por lo que ni se imaginan llegar a tener problemas en el futuro.

El enamoramiento los ciega y hace pensar que vivirán felices por siempre.

Inocentes palomas.

Segunda: Reactiva temprana.

La otra etapa es cuando empiezan los problemas, pero casi inmediatamente dicen,

Ey, algo pasa. Hay que ver, hay que arreglar esto desde ya, antes de que se salga de control.”

De esos casos también veo muy pocos.

Podríamos decir que, en estas primeras dos etapas, quieren aprender como personas y como pareja, y crecer para manejar situaciones y retos que se presenten en el futuro.

En estas dos etapas hay mucho amor, y aún están abiertos al conocimiento y a apreciar mejor a su pareja y a apreciar las diferencias que hay entre ambos como individuos y como género, entre hombre y mujer, principalmente.

Tercera: Reactiva tardía.

Cuando el problema ya está avanzado, pero todavía se puede aliviar.

Cuando dejamos que los problemas se profundicen y agudicen, surgen o se profundizan también los resentimientos.

Mientras más avanzado está el problema, más reacias son las partes para colaborar.

Cuarta: Diagnóstico incierto.

En estados unidos, algunos colegas utilizan la expresión “dead on arrival,” lo cual es un término médico para decir, “declarado muerto al llegar.”

Tristemente, algunos terapeutas ven de esa manera algunas situaciones matrimoniales que les toca atender.

Situaciones en las que las posibilidades de que se recupere la relación, de que se sane la dinámica, son más difíciles.

No imposibles, sino mucho más difíciles.

En estos casos el resentimiento y el ego son muy poderosos.

Se da uno de dos escenarios:

Una constante lucha de poder, por lo que las peleas y faltas de respeto son parte de la cotidianidad.

O una de las partes ha tirado la toalla y dicho adiós.

Y está pidiendo la separación o divorcio.

Más del 50 por ciento del índice de divorcios nos confirma que esta situación es común.

En mi práctica he visto muchos casos.

Las parejas que llegan a consulta en esas circunstancias llegan con mucho dolor y sufrimiento.

Agarrados muchas veces del último hilo de esperanza.

Aferrados con las uñas.

Pero a la vez, muy lastimados.

Como terapeuta, tienes que saber manejar el dolor de cada una de las partes, a la vez que atiendes el coraje y resentimiento de cada uno.

No es fácil, y por eso muchos terapeutas que no cuentan con un buen entrenamiento en terapia matrimonial se dan por vencidos, cuando no empeoran las cosas.

Es decir, si tu situación es la que estoy describiendo, necesitas un terapeuta con entrenamiento especializado en terapia de parejas, a la vez que sus valores sean familiares.

Y por valores familiares me refiero a que le dé prioridad a la relación matrimonial y tenga como su misión ayudarlos a conservar la unión.

No me malinterpretes.

No lo digo en el sentido que lo diría un cura o ministro religioso, sugiriendo resignación y aceptación del sufrimiento porque el matrimonio es sagrado.

Como terapeutas de pareja o matrimoniales o como quieras llamarnos.

(Existen tantos nombres para la profesión, pero en mi opinión el nombre es lo de menos).

Misión solo hay una:

Ayudarlos a agotar todos los cartuchos, antes de sugerir algún tipo de separación.

Ningún terapeuta de parejas y ningún terapeuta en general puede decirte que la relación ya no va a funcionar.

No somos magos.

Terapia y coaching en línea

¿Cuál es el rol del terapeuta de parejas?

El criterio que guía mi manera de manejar los problemas matrimoniales o de pareja es el siguiente:

Mi cliente es la relación. Ni tú, ni ella; la relación.

Y sobre todo cuando ya hay una familia, cuando ya hay hijos de por medio, hay que hacer énfasis en la relación.

Entonces, lo que busco revisar es la interacción que hay entre ambos.

Qué está generando ese conflicto y cómo romper esos patrones en los que están cayendo.

Validando ambas posturas, ambos puntos de vista.

Porque, la verdad es que la mayoría de las veces, los dos tienen razón.

Pero faltan puentes en los que se encuentren y terminen de entenderse mutuamente.

Les falta desarrollar las habilidades que les permitan ser más empáticos y compasivos, mutuamente.

Les falta aprender a escucharse, mutuamente.

Aprender a ponerse en los zapatos del otro y decir, “Ok, ¿qué propones?”

 Ya sé.

Suena fácil, pero no lo es.

El rol de la terapia de parejas es ayudarlos a lograr todo eso.

¿Sirve que solo uno de los dos vaya a terapia de parejas?

Buenísima pregunta y es una duda muy frecuente.

La mitad de mis casos son clientes que toman la terapia solos, para trabajar en problemas matrimoniales.

La otra mitad de mis casos toman la terapia juntos.

Claro que ayuda que vaya uno solo.

Un loco menos siempre será algo bueno.

¡Donde sea!

La realidad es que, la mitad de las veces, uno de ellos no quiere ir a terapia.

O, porque no puede o porque no le interesa o porque le dice simplemente a su pareja,

“¿Sabes qué? el del problema eres tú, así que ve tú.”

El problema es que muchas personas responden diciendo,

Pues si tú no vas, no voy yo. Porque tenemos que ir los dos, si no ¿de qué sirve?”

Y peor aún, muchos terapeutas piensan así.

Creen que necesitan tener a ambos en la sesión para trabajar en la relación o incluso en la familia.

Y no es así.

Pero así es como ciertos terapeutas son educados o entrenados.

Por eso es importante verificar que el terapeuta con quien vayas a ver problemas matrimoniales tenga entrenamiento en terapia matrimonial o de parejas.

Claro que sirve de mucho ir tu solo o sola a terapia de parejas, si tu pareja no quiere participar.

¿Por qué? Porque están en un bache que ya los rebasó.

Y no terminan de entender qué pasa o cómo salir de esa disyuntiva.

La terapia de parejas, con una sola persona te ayuda, precisamente, a entender la situación.

A entender tu postura y a entender la postura de tu pareja.

Y, sobre todo, a identificar qué pasos tomar para empezar a interrumpir y salir del patrón que los tiene estancados.

Es decir, cómo apuntar hacia afuera del bache.

¿Cómo saber cuándo ir a terapia de parejas?

Cuando empieza a haber problemas de comunicación, como discusiones fuertes y frecuentes:

Discutir por lo mismo,

Discutir por todo,

Discutir por nada,

Celos y/o desconfianza,

Distanciamiento,

Aburrimiento,

Pensamientos de infidelidad,

Infidelidad,

Dificultad para ponerse de acuerdo en temas importantes para la familia como

Crianza,

Finanzas,

Manejo del tiempo libre,

Trabajo doméstico,

Problemas con la familia política,

Conductas difíciles de manejar en uno o ambos miembros de la pareja,

Empiezan a salirse de control las peleas,

se empiezan a faltar el respeto,

Empiezan los jaloneos.

Casi inevitablemente, si no aprenden a interrumpir las discusiones cuando ya se están poniendo calientes, pueden llegar a las cachetadas.

Y me refiero tanto a las mujeres como a los hombres.

La realidad es que no solo el hombre llega a ser violento en una relación de pareja.

Algunas mujeres, también cuando se enojan…

¡Zas!

Otra señal de que sería buena idea acudir a terapia de parejas es cuando empieza a darse cierto distanciamiento.

Empiezas a dudar de tus sentimientos o de tu propio compromiso.

O sientes a tu pareja distante o ya no comprometida como antes.

En ese momento, es que debes o deben tomar la decisión de acudir a terapia para revisar qué está pasando.

Qué hay que cambiar para sentirse más a gusto, para sentirse más comprometidos, para reavivar la chispa en la relación.

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¿Qué parejas logran superar sus problemas?

Si imaginamos una curva, en un extremo podemos poner a las parejas que están hechas el uno para el otro y que parece que les cuesta muy poco llevarse bien y que todo les sale bien.

Creo que todos hemos llegado a conocer una pareja con esas características.

Pero no las confundas con las que, en las redes sociales aparentan ser felicidad absoluta.

Me refiero a parejas que llevan 20 años o más casados y aún, en persona se ven felices.

Y no tienen historia de infidelidades o separaciones.

Son casos raros, pero existen.

Como Pie Grande.

Cuándo ir a terapia de parejas

En el otro extremo, podemos poner a las parejas que no fueron hechos para vivir bajo el mismo techo.

Por más que les ayudes y le busques y veas cómo pueden hacerle y se esfuercen, no logran superar sus diferencias y viven en constante conflicto.

También las hay.

Ni el agua bendita los ayuda.

Esas relaciones se ven en la necesidad de entender y reconocer que no se hacen bien y que necesitan poner tierra de por medio.

Pero en el centro.

En el centro de la curva estamos los mortales, la gran mayoría de las parejas y matrimonios.

Que, poniendo de su parte y, sobre todo, siendo flexibles, aprenden a convivir de una manera satisfactoria.

Llegan a tocar, de forma más frecuente, eso que llamamos felicidad.

Pero toca hacer talacha.

Toca aprender a

Comunicarse

Ser pacientes,

Tolerantes,

Flexibles,

Compasivos,

Y no nacemos con estas habilidades.

Y tampoco nos las enseñan en casa ni en la escuela.

Nos toca tener la iniciativa de aprenderlas.

Si queremos tener una vida en pareja y en familia funcional.

Sin embargo, muchos aún tenemos la cultura, la creencia o visión de que ir a terapia es solo para las personas que están desequilibradas mentalmente.

¿Cuál es tu postura al respecto?

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